Un zapato. Más bien, dos zapatos. Tenían un avanzado sistema de ventilación, forma ergonómica auto ajustable al pie y cámaras de aire en la suela recubiertas de un hule de la era espacial. No eran los últimos tenis “Nike”, de esos que uno se los pone y brinca diez veces más alto o camina como si se estuviera flotando en las nubes, así como tampoco eran los zapatos utilizados por el más heroico atleta olímpico poseedor de 25 récords mundiales en diferentes disciplinas, pero igualmente merecedores de estar en un salón de la fama.
Estos tristes zapatos, rotos, agujerados, hormados a través de los años, con hoyos en la suela y cantidades suficientes de chicles pegados como para caminar por la pared, habían sido los “zapatos de la suerte” de un exitoso ejecutivo que los usaba en todas sus juntas importantes y lo habían acompañado en todos sus éxitos. Desafortunadamente también lo acompañaron en su mayor fracaso al perder millones de su compañía arruinando su carrera, ese día salieron volando por la ventana del último piso del rascacielos donde tenía su oficina aterrizando poco antes que su suicida dueño. Ese día empezó su trayecto por el mundo al ser recogidos por un solitario vagabundo. Un desdichado hombre quien también alguna vez había sido alguien importante para el mundo pero, como el gran Siddhartha, lo dejó todo para ver el mundo desde una perspectiva diferente. Con esos zapatos vivió mil aventuras, viajó a cientos de lugares. Los zapatos lo ayudaron a escapar de la policía en varias ocasiones en que tuvo que recurrir al robo para tener algo de comer, con ellos persiguió ratas que también alguna vez fueron su cena y pepenó en los basureros. Un día después de muchos años, habiendo decidido que había visto suficiente del mundo, se metió a un oscuro callejón, se sentó, se quitó los zapatos, metió ahí su testamento que sumaba ya varios millones de dólares al próximo vagabundo que tuviera la suerte de encontrar los zapatos y pudiera comprender su importancia, ahí dejaba su fortuna, sus más grandes tesoros, la mayor riqueza que tuvo en la vida… bueno, y también el testamento…
Hecho esto, se recostó y se cubrió con cajas de cartón y entre ratas, gatos, ropa vieja y basura, pacíficamente murió despidiéndose de sus dos mejores amigos, vistos por muchos otros como simples chanclas viejas.
FIN
2 comments:
Eeeeeee este es mi favorito!!!!!!
Quiero ese par de zapatos!!!!!
Ay pero como son ñoños ustedes....
Oye, a mi los zapatos me valen mothers, yo nomás quiero el testamento jajaja
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